lunes, 24 de noviembre de 2014

Capítulo XVII

Otra vez lunes. La peor pesadilla para Núria acababa de empezar. No había pegar en ojo en toda la noche, ya que volvió muy tarde de Sevilla. Había aprovechado que estaba bastante desocupada para viajar allí y pasar unos días con sus padres. Pero la vuelta a la rutina se le hacía muy dura, era como si una fuerza sobrenatural le impidiera levantarse de la cama. Cuando por fin se levantó, casi no podía ni andar del cansancio que tenía. ¡Sus padres no habían parado de llevarla para arriba y para abajo! No le gustaba cuando se ponían así, pero la verdad es que echaba de menos sus paseos familiares por la ciudad. Cuando se quiso dar cuenta, volvía a estar metida en la cama, con el inconveniente de que... ¡había pasado media hora! Pegó un salto de la cama y se puso lo primero que vio en el armario. No tenía tiempo de asearse, así que solo se lavó la cara y se recogió el pelo en un moño bastante deforme. Del frigorífico cogió un batido de chocolate y una manzana del frutero. Le faltó poco para rodar por las escaleras, pero consiguió llegar al metro que le dejaba a tiempo para ir a clase. 
Las clases se habían terminado por ese día, y menos mal. Silvia y ella iban hablando de cómo les había ido el fin de semana hasta que su amiga se tuvo que ir por otro camino para ir a casa. Núria continuó caminando sola hasta que vio a un chico alto con una sudadera gris. Era Marc. Pensó en si acercarse y saludarle o dejarlo pasar y hacerlo otro día, pero mientras ella meditaba él le había mirado con una mirada entre triste y enfadada, con el ojo todavía bastante morado. Se metió al aparcamiento y se montó en su coche. Ella quiso correr y meterse también para hablar con él pero no tuvo tiempo ni de pensarlo, cuando quiso darse cuenta ya había arrancado y se marchó. No abandonando en su idea, se le ocurrió una mucho más loca. Se fue corriendo hacia la puerta más cercana, donde había una parada de taxis y se montó en uno.
-Buenos días, siga a ese coche de allí -dijo casi sin aliento señalando al Audi negro de Marc. El taxista le miró con cara de pocos amigos pensando en que era una broma-. Es en serio, no estoy de cachondeo. 
La chico empezó a explicarle que era alguien con quien tenía que hablar y no había otra manera de ir a donde iba. El taxista, bastante sorprendido, escuchaba la historia que le estaba contando Núria en esos momentos. Ella esperaba llegar a una mega urbanización con chalets más grande que su edificio donde viviría Marc, pero a medida que iba avanzando se quedaba cada vez más extrañada. Y más aún fue cuando llegaron al lugar de destino: el cementerio. 
Núria le pagó al taxista el trayecto y se despidió de él agradeciéndole lo que había hecho. Miró en el aparcamiento y vio el coche de Marc aparcado y a él saliendo de él. Decidió esconderse detrás de unos setos que había y observarle. En cuanto él entró y ya habían pasado unos segundos, ella entró también, con el máximo disimulo posible para que no se notara que iba detrás suya. Seguía sus pasos y todos los sitios en los que se metía, hasta que al doblar una esquina vio que se había parado en uno de los lugares. Ella se quedó ahí, escondida, mirándole. 
A cada segundo que pasaba se estremecía más de lo que estaba viendo. Marc se había sentado en frente de una de las tumbas y tenía la cabeza apoyada en ella. Veía como se tapaba la cara y no podía parar de llorar, a la vez que hablaba. No sabía qué hacer. Pensó en ir allí a intentar consolarle, pero en seguida se quitó la idea de la cabeza, solo conseguiría que se enfadara aún más por seguirle y espiarle. ¿De verdad estaba espiando al chico al que no se iba a acercar nunca en la vida? 
Pasada media hora o así Marc le dio un beso al mármol sobre el que hace un rato estaba apoyado y se fue. A Núria le entró la curiosidad de saber quién había sido lo suficientemente importante para Marc como para que pasara eso, pero pensó que mejor que se lo contara él. Al día siguiente hablaría con él. Vio como se fue cabizbajo con las manos en los bolsillos de la sudadera. Ella volvió a coger un taxi que l ellevó a casa. 
Ya habían acabado las clases de la mañana del martes y Níria salió corriendo de clase. Quería ir a buscar a Marc, pero no sabía dónde tenía, ni siquiera sabía qué estdiaba. Fue caminando con la esperanza de encontrarlo hasta que se le ocurrió la idea de ir al aparcamiento y esperarle en su coche. Al llegar le esperó en la puerta del conductor y, minutos más tarde, apareció él.
-¿Núria? -ella le miró y,  sin ni siquiera dirigirle la palabra, le cogió del brazo y se lo llevó a un lugar lleno de árboles y apartado de la gente-. ¿Qué haces?
-Ayer te seguí, sé lo que hiciste después de clase y me lo vas a contar. 
-¿¡Me seguiste!? -gritó soltándose de ella-. ¿Quién te has creído que eres? ¡Te voy a denunciar!
-Deja de decir tonterías y cuéntame qué pasa. 
Marc se sentó en el césped apoyándose en el tronco de uno de los árboles. Tenía la cabeza escondida entre las rodillas. Núria estaba de pie, a su lado, mirándole, esperando a que dijera algo. Estuvo un rato mirándole. No dejaba de suspirar, frotarse los ojos, pensar. Cuando ella desistió y se giró para marcharse vio que tenía una mano tendida hacia ella. Marc le estaba dando su iPhone. Le miró a él y al teléfono, lo cogió y vio la foto que había. Distinguió a un chico y una chica. Estaban abrazados, él le rodeaba con sus brazos por detrás. Los dos estaban muy sonrientes. Se fijó y se dio cuenta que el chico era Marc. Tenía más cara de niño, así que supuso que era de hace años.También se notaba en que no tenía los brazos ni el cuerpo tan fuertes como los tenía ahora. Se fijó en sus ojos, de ese color verde claro, rozando el azul, pero lo que le llamó la atención fue la expresión que tenían. Brillaban muchísimo, mostraban la felicidad de ese momento. La chica era de pelo oscuro también, con ojos grises y muy expresivos. En ese momento miró por encima del móvil y le vio a él con la mirada perdida en el frente. 
-Se llamaba Melissa. Empezamos a salir cuando teníamos 14 años. Era la chica perfecta, lo tenía todo. Se preocupaba por ella y por los demás, estaba muy atenta a que los que la rodeaban y les ayudaba en todo lo que podían. Además muy inteligente. Quería ser médico para poder ayudar a las personas -le salió una sonrisa al decir todo aquello. En ese momento señaló a su teléfono. Núria reparó en sus ojos, que en la foto parecían ser la viva imagen de la felicidad, pero en ese momento eran como un cristal a punto de romperse-. 14 de marzo de 2013. Es la última foto que tenemos juntos.
En ese momento a Núria le encajó todo. Ahora entendía lo que había visto y por qué estaba así. Le devolvió el teléfono a Marc y se sentó al lado suya. Ambos se miraron durante unos segundos antes de que él continuara. 
-Al día siguiente no fui a clase porque no me encontraba muy bien. Habíamos quedado por la tarde para estudiar y hacer los deberes de ese día. En un principio íbamos a ir a un lugar de estudio que estaba cerca del centro, donde ella vivía, pero no me apetecía moverme hasta allí. Le dije que viniera a mi casa y si quería, se quedara a dormir. Ella aceptó sin rechistar, como siempre. Pasaron tres horas, no había llegado y yo me estaba poniendo muy nervioso. En ese momento sonó el teléfono. Mi madre lo cogió, habló un minuto y me miró triste. En ese momento se me cayó el mundo entero encima -miró a Núria llorando-. Un cabrón se saltó un semáforo en rojo y le arrolló cuando estaba cruzando para ir a la parada del metro. Por mi culpa, por mi culpa tuvo que ir a coger el metro y cruzó. Por mi culpa, por mi vagancia de no moverme tuvo que moverse ella y la atropellaron. 
-No fue tu culpa, Marc. El conductor no debería haberse saltado el semáforo.
-¡Me da igual! -dijo mientras sus ojos estaban rotos y no paraban de salri lágrimas de ellos-. ¡Eso no tendría que haber sido así!  En cuanto llegamos al hospital ya no había nada que hacer y ya estaba muerta. ¡Ni siquiera pude despedirme de ella!
Núria se quedó en silencio mirándole mientras Marc lloraba desconsolado. Le partía el corazón verle así, nunca se hubiera imaginado ver a un Marc así. 
-Poco después de eso mi amigo murió por una enfermedad. Yo no lo sabía, nos lo había ocultado a todos los del equipo. Un día dejó de entrenar y nos dijeron que era por una lesión muy grave. Yo le veía cada día y no notaba nada, hasta que un día me llamó su madre diciendo que fuera al hospital a verle. No entendía nada, pensé que tenía algo que ver con esa supuesta lesión, pero al llegar me quedé frío. Le vi ahí, tumbado en la cama, conectado a mil cacharros y muy desfigurado. Resulta que quería despedirse de mí porque se estaba muriendo, él también. Al día siguiente falleció. Los días siguientes son los peores que he pasado en mi vida. Las dos personas que más me importaban se fueron para siempre sin yo poder nada -miró a Núria con una expresión de derrota y trsiteza-. No sabes la impotencia que da eso.
-¿Por eso eres cómo eres?
-Soy un imbécil.
-Eres un chico que ha sufrido dos duros golpes y aún no ha podido olvidarlo. Por eso te comportas así, eso pienso yo.
-Mis padres me han mandado a una terapia para gente con problemas con el alcohol -agachó la cabeza.
-Seguro que eso te ayuda.
-No voy a ir.
-Sí que vas a ir -le miró seria-. Vas a ir y vas a ver que el Marc del que todos hablan no es el verdadero Marc.
-No sé ni yo mismo como es ese...
-Pienso que es un chico fantástico que se oculta para que no le vean sufrir y que seguramente sea un gran futbolista, aunque sea equivocara de equipo.
Ese comentario hizo que él se riera. Por primera vez en mucho tiempo le veía reírse,y la verdad es que le gustaba verle así. Se sentía mal por todo lo que había pensado sobre él sin conocerle, pero ahora estaba viendo a un chico distinto.
-Ves a esa terapia. Y si ves que no es lo que necesitas, buscas una distinta y listo -él asintió con una tímida sonrida-. Y ahora me vas a hablar de por qué tienes la mano vendada y el ojo como una higo.
-Nada grave, mi padre me dio un golpe el otro día cuando casi empujo a mi madre al volver a casa de fiesta y lo de la mano no es nada.
-Añade todo esto a la lista de cosas que puedo hacerte si te metes con el Atleti.
-Perdona pero yo soy un jugador muy limpio.
-Si da igual, aunque me des una patada no te expulsarán -dijo encogiéndose de hombros y guiñándole un ojo. Él volvió a reírse y le miro con los ojos llorosos, pero esta vez con una mirada sincera y una sonrisa de agradecimiento.
-Muchas gracias, Núria.
Ella le miró y le abrazó. Y ahí se quedaron, bajo un árbol abrazados y discutiendo de fútbol.

Capítulo XVI

Casi le da un infarto ha tenido que dar frenazo hace un rato para evitar chocarse con otro coche. Marc no estaba concentrado en la conducción y sabía muy bien por qué. No entendía lo que había pasado antes. Entendía a Silvia, entendía que pensara así, que le viera así y que se lo dijera a Núria. Lo que no entendía era cómo ella no se tomaba la molestia de verle un poco más y comprobar lo que le decían. 
En cuanto llegó a casa solo esperaba tumbarse en la cama y dejar que el tiempo pasara. Hoy tenía día libre, así que era el día perfecto para torturarse mentalmente tumbado en la cama. Pero sus esperanzas se esfumaron al entrar a casa y ver a sus padres de pie esperándole. 
-Siéntate en el sofá, tenemos que hablar -dijo su padre.
-¿Me vas a pegar si no lo hago?
-Marc, por favor olvídalo. 
-Es un poco imposible olvidarlo cuando me miro al espejo y veo un bollo morado en vez de mi ojo -dijo quitándose las gafas de sol y señalándose el ojo. Su padre suspiró.
-Marc, estamos muy preocupados por ti -dijo su madre sentándose con su padre en el sofá. 
-No entiendo nada -él se sentó en el otro sofá. 
-Aunque a ti no lo parezca, sí que nos preocupamos por ti. 
-Es que realmente no lo parece. No os interesa lo que hago, no me dejáis hacer mi vida, ¿cuánto tiempo hace que no venís a verme jugar? 
-Por favor, no sigas por ese camino. 
-Es la realidad. No me creo que siempre tengáis cosas más importantes que hacer y que no os dejen ni pasaros cinco minutos a verme. 
-Estamos preocupados -interrumpió su padre-. Ha pasado ya un año y medio y no vemos que hayas mejorado.
Esas palabras se le clavaron a Marc. ¿Año y medio solo? ¿Mejorado? No entendía cómo podían hablar así del tema.
-No voy a "mejorar". Parece mentira que me estéis diciendo todo esto.
-Hijo, ha pasado ya mucho tiempo y estás como el primer día. Tienes que empezar a superarlo. No a olvidarlo, solo aceptar y superar todo lo que pasó.
-De verdad que no entiendo nada de por qué estoy aquí sentado hablando de esto con vosotros. Esto tendríais que haberlo hecho en su momento y ni os preocupasteis de cómo lo estaba llevando.
-Porque creíamos que saliendo con Silvia lo habías dejado todo atrás.
Ese comentario hizo que a Marc se le escapara una risa irónica. Él también pensó en su momento que con Silvia dejaría atrás el dolor que sentía por todo, pero se dio cuenta que no era así. Ese fue su gran error.
-No podemos dejar que sigas con todos tus malos hábitos -le dijo su padre mirándole serio a los ojos. Marc se le quedó mirando extrañado, esperando una respuesta-. Desde mucho tiempo es común que salgas de casa por la noche, incluso por la tarde y no vuelvas hasta la mañana del día siguiente, ni siquiera de madrugada.
-Eso es porque salgo con mis amigos o que voy a cenar con mis compañeros después de entrenar.
-Las cenas no duran hasta las siete de la mañana -protestó su madre.
-Eso ha sido hoy, no siempre es así.
-Marc -su padre volvió a tomar la palabra-. No podemos dejar que sigas así. Ya no solo sales una vez cada fin de semana, si no varias veces a la semana, y siempre que vuelves a casa vienes con un exceso de alcohol considerable.
-¿Me acabas de llamar alcohólico?
-Digo que tienes un problema con el alcohol.
-Alcohólico -se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas-. ¿¡Y tú qué sabes cómo vengo yo!?
-Vienes y vas dándote con las paredes, duermes sin cambiarte, te oigo cuando te levantas porque tienes ganas de vomitar, te veo por las mañanas con una resaca increíble y porque siempre que te acuestas al llegar a casa me acerco a tu habitación a ver si estás bien y veo cómo vienes -Marc le miraba sin inmutarse, aguantándose las ganas de llorar por todo-. Como seguramente todo este problema esté relacionado con lo que pasó, hemos decidido llevarte a hacer una terapia con un psicólogo.
Marc no se creía lo que escuchaba. ¿Un psicólogo? ¿Ahora? Sentía mucha rabia e impotencia a la vez, quería gritar y salir de allí. Se levantó, miró a sus padres y se fue a su cuarto, no sin antes gritar "No soy un alcohólico". Su padre miró a su madre, que sí que no había podido contenerse y estaba llorando. El hombre subió a la habitación de su hijo, donde le vio tumbado en cama boca abajo, probablemente llorando. Se sentó al borde de la cama y le acarició el hombro.
-Es lo mejor para ti. Aunque no lo creas, sí que nos importas.

Capítulo XV

La mañana no iba bien para Núria. A pesar del bonito sueño que había tenido con Marc, se había dormido y llegaba un poco con la hora justa a clase. Tenía muchas ganas de contarle a Silvia sobre la comida de ayer, a pesar de saber su opinión. Pero, al fin y al cabo, era ella la que debía decidir que hacer con lo que hacía. Llegó a clase justa de tiempo y se fue corriendo a su asiento. Al lado suya estaba como siempre su compañera rubia, con la que ya tenía suficiente confianza.
-Tengo que contarte una cosa -le dijo con una media sonrisa-. Ayer acabé comiendo con Marc y creo que voy a darle una oportunidad para que seamos amigos.
-Aléjate cuanto antes de él -le respondió Silvia con un tono firme y rotundo y una expresión bastante seria.
Comprendía su actitud, pero no entendía por qué ahora mismo le había dicho eso y de esa forma. No hablaron en toda la clase. Núria le miraba y le veía ida, seria. A lo mejor no había tenido una buena mañana. Nada más llegar la hora de comer se sentaron en el césped que había al lado de su facultad a comerse un bocadillo.
-Silvia, entiendo que me digas lo que me has dicho, pero de verdad que vi algo...
-Anoche le vi como se liaba con una sin miramientos -le interrumpió tajantemente.
Esas palabras hirieron a Núria. Se quedó petrificada, como si le hubieran clavado de repente una daga en su. corazón. No entendía nada. Ni siquiera sabía por qué le dolía tanto.
-Estuve con unos amigos en un pub anoche y le vi. Estaba en la barra sentado con su amigo Fernando, que menudo espécimen también. En cuanto volví a mirarle le estaba metiendo la lengua hasta el paladar, como quien dice, a una chavala. Pasado un rato vi que se fueron muy pegados del pub y supongo que te imaginarás el resto. 
Núria le miraba con un semblante muy triste. Se le había apagado esa alegría con la que se había despertado, negaba con la cabeza, una parte de ella decía que eso no podía ser verdad. Pero lo era. Silvia era de fiar, hablaba muy en serio y, además, sabía bien de lo que hablaba. Ella también estaba seria. No le gustaba tener que ir chivándose, pero era necesario. No quería que otra persona sufriera también.
-Lo siento mucho, Núria. Pero ya te lo dije, aléjate porque no todo es lo que parece.
-Muchas gracias por contármelo, de verdad... -dijo agachando la cabeza. 
La conversación acabó en ese momento. A Núria se le habían quitado las ganas de hablar, no por culpa de Silvia, si no por culpa de Marc. ¿Cómo se atrevía a tratarle así, intentando ser buena persona para ella y luego haciendo lo que hacía? ¿Qué pretendía? ¿Así era cómo le demostraba que no era cómo decían? No paraba de echarse la culpa a ella misma por creerle y confiar en él, aunque sólo hubiera sido una comida. Le dolía que intentara jugar con ella. 
La clase de la tarde pasó sin pena ni gloria. Entre que la materia resultaba aburrida y no había ánimos ni nada, a ambas se les hicieron muy largas aquellas dos horas. Al acabar salieron juntas de clase y se despidieron hasta el día siguiente. Núria se fue caminando por el lugar donde siempre se iba al metro. Cuando llevaba ya varios metros andando notó que alguien le tocaba el hombro, por lo que se asustó bastante. 
-Tranquila, soy yo -dijo una voz de chico a sus espaldas.
Núria se giró para mirar quien le había tocado y su corazón dio un vuelco al verlo. Ahí estaba Marc, con el mismo aspecto de siempre, con unas gafas de sol que parecían bastante caras y una sonrisa de oreja a oreja. Ella se puso muy nerviosa. No sabía qué hacer , tenía ganas de escupirle en la cara y salir corriendo, pero ni se atrevía a hacer lo primero y probablemente lo segundo no sería efectivo. Optó por pasar de él y acelerar el paso. Eso tampoco fue suficiente ya que Marc le seguía. Decidió echar a correr esperando que le dejara en paz, pero tampoco funcionó, porque como ella esperaba, él era mucho más rápido que ella.
-¡Eh, Núria! -corrió hacia ella y se puso delante de ella-. ¿Qué pasa?
-Marc, déjame -dijo apatándose. Marc le cogió y se volvió a poner en frente de ella mirándole a los ojos-. Marc, por favor.
-¿Pero qué pasa?
-¿Qué pasa? ¿Que qué pasa? ¡Pasa que eres un cabrón! 
-¿Perdona? ¿Qué te he hecho yo a ti? 
-¡Me dijiste que querías demostrarme que eras mucho más que lo que se decía de ti y vas y te lías con la primera que encontraste anoche!
El chico quitó sus manos de los hombros de ella y se quedó mirándola con cara de sorpresa, a pesar de que no se notara la expresión de sus ojos debido a las gafas de sol. Ahí se quedaron los dos, mirándose, Marc preguntándose cómo sabía eso y Núria esperando una respuesta con los ojos llorosos. 
-¿Quién te ha dicho eso?
-¿Y qué más da?
-Podría haberte dicho algo falso -dijo cruzándose de brazos.
-Es de fiar.
-Ha sido Silvia, ¿verdad? -Núria se quedó callada mientras él le miraba muy serio-. Ha sido Silvia.
-Qué más da quién haya sido. Déjame en paz de un maldita vez, no sé qué te ha dado conmigo.
-Me dijiste que me ibas a dar una oportunidad para conocerme.
-¿¡En serio no te ha quedado claro que no quiero volver a verte nunca!?
-Ya veo que eres como todas las demás. Te fías más de lo que te van contando que de mí. Muchas gracias, me has demostrado mucho.
-¡Eres un impresentable!
-¡Te "elegí" a ti porque te veía una chica inteligente y mejor que las demás, pero veo que eres igual de tonta! -dijo quitándose las gafas de sol a causa de la rabia que sentía, dejando ver el ojo hinchado y morado que tenía después de lo de su padre.
-Marc, tu ojo.
Núria le miró preocupada al ver cómo llevaba el ojo, pero no le dio tiempo a más ya que Marc se fue sin decir nada más a su coche y se marchó. Ella se quedó allí, plantada, viendo como daba un portazo al cerrar la puerta de su coche y salir corriendo del campus. En esos momentos no sabía por qué pero se sentía la peor persona del mundo. ¿Tenía él razón? Notaba como que había algo detrás de él y que ella no sabía y que, probablemente, hacía que no fuera çel mismo del todo. Le dieron ganas de llamarle y preguntarle, o de quedar con él. Pero pensó que, como ella había dicho, ya no querría verla nunca más. Y eso le entristeció mucho. 

Capítulo XIV

Llegó a su casa a las cinco de la tarde. La casa estaba vacía y no tenía entrenamiento hasta las siete de la tarde. Tenía ya algunos trabajos y ejercicios, pero la verdad, lo que le faltaban eran las ganas de ponerse a hacerlo. En esos momentos le gustaría que Núria estuviera allí con él. No hacía ni media ni media hora que se habían despedido y ya quería que llegara mañana por si se la cruzaba en el campus. Seguro que era mucho más lista y sin ir a sus clases podría hacerlo mucho mejor que él. Miraba a su alrededor buscando algo que hacer hasta que finalmente se decide por tumbarse en el sofá a escuchar música en su iPod. Mirando al techo no paraban de venirle cosas a la cabeza: las clases, el fútbol, Núria... ¿Estaba empezando a sentir algo por ella? ¿Le gustaba? ¿Estaba enamorado de ella? 
Las canciones pasaban y él seguía pensando en su encuentro en la biblioteca, en la comida y todo el tiempo que había pasado con ella. Quiere demostrarle que no es como Silvia, con toda la razón del mundo, dice que él es. Quiere cambiar esa imagen y Núria es la persona perfecta que él es algo más. Seguía con sus pensamientos hasta que una canción ha hecho que deje de pensar en todo, le cambie la cara, se incorpore y se siente en el sofá. Es la canción. Ahí estaba, después de todos estos años, todos los acontecimientos, seguía ahí en medio. Siempre la evitaba, no quería volver a escucharla nunca más pero no tenía el valor de borrarla. Ni la canción, ni las fotos, ni los recuerdos. La canción sigue y le aparece su imagen en la mente. No puede reprimirse y empieza a llorar. La cara se le llena de lágrimas en pocos segundos y tiene que tapársela con las manos. Han pasado años, pero no puede hacer borrón y cuenta nueva y olvidarlo todo. Como tampoco pudo. Como tampoco podrá nunca. Sin importarle ya la música que continuaba sonando, seguía llorando, sentado, cabizbajo, con la cabeza entre las manos. Mira al frente llorando aún más. Presa de los nervios y de la misma sensación de injusticia que le invadió desde el primer momento, empieza a darle puñetazos al suelo, con mucha rabia, toda la que tiene dentro.
Son las seis y media y no puede llegar tarde. Coge su bolsa de deporte y se monta al coche. La mano le dolía a horrorores, pero no podía aguantar más. En poco tiempo se plantó en la Ciudad Deportiva.
-Eeehh, fiera, tranquilo -Le saluda Fernando acércandose a su coche.
-Buenas. 
-Tío, ¿qué le ha pasado a tu mano?
-Nada.
-Esto no parece nada -Le coge la mano con la que había golpeado el suelo. Estaba morada y con alguna herida-. Vamos ahora mismo a ver al médico. 
-Va a empezar ya el entrenamiento, y además, estoy bien. 
-Es un momento. Y no vas a negarte y punto final. 
Fernando le cogió la bolsa y se le echó encima juntos a la suya y le agarró del brazo arrastrándole hacia donde estaba el doctor. Después de mirarle la mano dijo que no era mucho: una hinchazón, varios morados y un dislocamiento. 
-Te dolerá bastante varios días -dijo mientras le colocaba bien todo y le vendaba la mano-. Tómate un ibuprofeno cuando te duela y se pasará. Tienes que vendarte cada día y echarte crema.
Después de darle las gracias, Marc se fue a donde estaban todos sus compañeros, haciendo un corro en el centro del campo esperándole. El entrenamiento pasó sin pena ni gloria. No estaba metido donde debía y todos lo sabían. Al acabar fue el primero en irse a la ducha, el primero en vestirse y el primero en meterse al coche. 
-Ey -dijo Fer apoyándose en la ventanilla del coche, que estaba abierta-. Esta noche después de cenar nos vamos a tomar unas copas.
-No me apetece ir.
-Va, Marc, vamos.
-Que no, que lo digo en serio, no tengo ganas.
-Solo vamos a salir después de cenar tú y yo a tomar algo, para que te despejes. 
-Estoy muy despejado.
-No serés muy listo, pero tampoco imbécil. A ti te pasa algo y solo quiero salir a tomar algo luego contigo, como amigos, sin excesos. 
-¿Me lo prometes? 
-Te lo prometo. 


Acababa de salir por la puerta de su casa con un simple y seco "Me marcho". No quería aguantar las preguntas de sus padres ni sus gritos ni nada. No quería que vieran que no había superado nada después de tanto tiempo. Realmente no quería preocuparlos, aunque conseguía todo lo contrario. Fue a recoger a Fernando a su casa y se marcharon a uno de los pubs a los que solían ir. Se sentaron en la barra y se pidieron un cubata cada uno. 
-Mira, no pretendo que me cuentes lo que te pasa porque bien sé que no me vas a contar ni la verdad. Solo te pido, que si es por cualquier muchacha, te olvides del tema -al terminar de decir esto les sirvieron sus bebidas y comenzaron a tomárselas. 
-Sabes perfectamente lo que me pasa -dijo bebiéndose de un trago su bebida y pidiendo otra. 
-Mira -se puso mirándole-. Sé que no entiendes nada, sigues triste y que no lo has olvidado, pero hay que dejar las cosas malas atrás.
-¿Y qué hago, me olvido de todo como si no hubiera pasado y ya está?
-Quédate sólo con los buenos momentos, seguro que son más que lo malos.
-Pero no duelen -le mira a los ojos con gesto de tristeza-. Fer, solo fueron un par de malas experiencias, pero duelen mucho. No puedo hacer como si nada. Lo intento y no me sale. Lo siento -dicho esto volvió a beberse su vaso y pidió otro cubata. 
-Te estás pasando ya. 
-Voy perfecto, no te preocupes por mí. 
Dicho esto fijó su mirada en una chica que tenía sentada en frente. Era morena con el pelo oscuro, de ojos profundos vestida con un vestido negro bastante corto y escotado. Fernando le miró a él y luego a la chica. 
-Mejor te dejo acompañado un rato.
Se fue y Marc se acercó a ella. Comenzaron a hablar, a coquetear, hacerse carantoñas. Luego Marc le invitó a algo. Más tarde llegaron los besos, cada vez más y más "apasionados" hasta que, después de un rato, decidieron que salir de allí y buscar un sitio más privado era lo mejor. Todo esto ante la atenta mirada perpleja, pero poco sorprendida, de una chica rubia.

Habían pasado horas. Marc abre los ojos y no sabe donde está. Su cabeza le da mil vueltas y no recuerda nada. Cuando se quiere dar cuenta está sentado en el suelo apoyado en su coche.
-Buenos días, machote -dice Fer comiéndose un churro y ofreciéndole a él.
-Creo que voy a vomitar solo de verlos.
-Normal, menuda cogorza cogiste anoche. 
-Me prometiste que esto no iba a pasar...
-Aaaaahhh no, eso sí que no. No habíamos venido de juerga a emborracharnos, habíamos venido a tomar algo. Pero tú bebías a la velocidad de la luz y querías más y claro. 
-Pero a ti te veo perfectamente. 
-Yo solo me tomé mi cubata, buen amigo. 
-Creo que voy a... -se levantó como pudo y se apartó de donde estaban.
-Madre mía hijo, sí que la cogiste buena anoche. Y no me refiero solo a la chica -le dio una botella grande de agua.
-No me digas que también tuve un lío. 
-Sí, con una bastante guapa la verdad, y madre mía -le dio otro bocado a su churro-. Aunque la verdad que no fue muy agradable salir a buscarte y veros en coche... Ya sabes. 
Marc resopló y se frotó la cara con las manos. 
-No me puedo creer que lo haya vuelto a hacer. A todo esto, ¿qué hora es?
-Las siete de la mañana, hora de irse a casa. Dame las llaves que conduzco yo. 
Marc le dejó las llaves a su amigo para que le llevara a casa. No se encontraba nada bien y no se acordaba de absolutamente nada. Solo maldecía volver haber vuelto a hacer lo mismo. Y quería que Núria viera que no es así... En unos minutos llegaron a casa. Ambos bajaron del coche y se despidieron. Marc llegó a la puerta y abrió como pudo, no podía casi ni tenerse en pie. Nada más entrar, se encontró a su madre.
-¿¡Tú crees que esta es hora de venir!? 
-Mamá por favor nada de gritos. Voy a subir a acostarme y cuando me levante me gritas lo que quieras. 
-¡Cómo no quieres que te grite si te has ido hace más de siete horas! ¡Y no has dicho nada, nos tenías preocupados!
-Sí, preocupados sobre todo. 
-Tu padre ya iba a salir a buscarte por si te había pasado algo. 
-Venga por Dios, si eso os importara algo. Deja de exagerar ya y déjame tranquilo porque me va a explotar la cabeza. 
-Encima vienes borracho, como siempre, ¡no tienes remedio!
Marc, nervioso y alterado por la situación, cogió a su madre de los hombros y la estampó contra la pared.
-¡No vuelves a decirme eso nunca más, en la vida! -le dijo señalándole con el dedo índice.
-¡Suéltame!
-¡Te crees que puedes mandarme y la realidad es que voy a hacer lo que quiera cuando quiera como quiera y con quien quiera! ¿¡Entendido!? ¡Me la sopla lo que pienses! -le gritaba mientras seguía empujándola a la pared-. ¡Y para tu información, me he emborrachado, he bebido sin límites y me he tirado a una tía en el coche!
-¡Tú no eres hijo mío!
-¡Que calles!
En ese momento, y alertado por los gritos, su padre apareció por las escaleras y al ver la escena fue corriendo. 
-¿Qué te crees que haces? -separó a Marc de su madre de un empujón que casi lo tira al suelo por su falta de equilibrio. 
-Hacéis ver que os importo algo y la realidad es que os importo una mierda. No me dejáis ni que decida sobre mi futuro, ni que me dedique a lo que quiera. No os preocupáis por mí y hacéis como si fuera un extraño. Y no lo neguéis porque es verdad, ¡es la maldita realidad!
-Marc, relájate -intentó tranquilizarle su padre.
-¡Si no me queréis me lo decís y me voy! -dijo con los ojos llenos de lágrimas. 
-Por favor, Marc, es cosa del alcohol, no digas sandeces.
-¡Eres un desagradecido! -gritó su madre.
Esto alteró aún más a Marc, que le soltó varios insultos e iba decidido a tirarle al suelo. Su padre, más rápido de reflejos, le apartó y, también presa de los nervios de la situación, le dio sin querer un golpe en el ojo a Marc. 
Él se quedó quieto, perplejo, no era consciente. Se quedó mirando a sus padres y se fue lo más rápido que pudo a su cuarto. Una vez dentro se dejó caer en la cama y comenzó a llorar. Por todo. La situación le había superado. Esto ya le había superado. Comenzó a llorar como hacía tiempo que no lloraba y a darle golpes al colchón, a pesar del dolor en su mano. 
-¡Te echo de menos, joder! ¡Vuelve, por favor!

Capítulo XIII

-Puedo acercarte a casa con el coche, no es molestia -le dijo él una vez ya habían recogido sus cosas.
-Que no hace falta he dicho. 
-¿Eres siempre tan cabezota? 
-Es que no quiero causar molestia, ya está. Y sí, soy así siempre.
-Que pesadilla me espera, señor -comenzó a reírse.
-Te he dicho que no me lleves, mejor para todos, chico -sin darse cuenta ya se habían recorrido todo el camino que separaba la cafetería donde acababan de comer. 
-Es este -dijo pulsando el botón de la llave del coche para que se abriera.
-Estás de broma.
-¿Qué dices?
-¿En serio este cochazo es tuyo?
-Mío y de nadie más. Tranquila, algún día cuando dejes de ser un bebito y puedas conducir te lo dejaré.
Núria le dio una colleja por aquel comentario. Siempre había sido la pequeña y no le gustaban que se lo recordaran tantas veces, pero en aquel momento no le importó em absoluto, y es que cualquier cosa salida de la boca de Marc le parecía agradable. Después de tanta insistencia había aceptado que la llevara en coche hasta su casa. En el trayecto continuaron las bromas entre ellos, y es que comenzaba a dudar que con él pudiera llegar a tener una conversación seria más de diez minutos. Aunque la auténtica verdad de la situación es que hacía tiempo que no se reía tanto con nadie, menos con un chico. 
Llegaron a la calle donde ella vivía y se despidieron a penas con un "Hasta la próxima" y un gesto de adiós con la mano. Marc no arrancó hasta que no vio que Núria entraba por la puerta. Ella miró al coche antes de cerrar y vio como él se volvió a despedir de ella con la mano y una tímida sonrisa en la boca, antes de vver como arrancaba el coche y se iba. Dio dos pasos hacia el frente hasta chocarse con alguien.
-Gran forma de saludar a tu casero, eh -Raúl se rió. 
-Lo siento mucho, no era mi intención. Iba distraída. 
-No tienes que disculparte, mujer. Es normal que te empanes con semejante muchacho en la puerta. 
-No le miraba a él.
-No hace falta que finjas, no le diré nada a tus padres -hizo un gesto de cerrar una cremallera en la boca. 
-No finjo, nunca estaremos juntos él y yo, lo aseguro.
-Nunca digas nunca -le dijo mientras le daba unas palmaditas en el hombro y salía por la puerta. 
Núria indignada por el pensamiento que tenía su casero subió a su casa. Ella y Marc nunca podrían estar juntos. Y no lo estarían. Tenían estilos de vida muy distintos como para mantener una relación estable. A parte era del Real Madrid, cosa que le tiraba más atrás que incluso el hecho de que se enrollara con cualquier cosa en movimiento que le pasara por delante. Al llegar a casa se sentó en la mesa del salón, encendió su portátil y se puso a hacer tareas de clase. Las horas pasaban y ya era de noche. No había sido una tarde una tarde muy productiva, la verdad es que no tenía la cabeza como para hacer cosas. Era la hora de cenar y comió un bocadillo de jamón, no tenía ganas de más. Ya derrotada, se puso el pijama y se dejó caer en su cama. En su cabeza sólo había un pensamiento: Marc. Ese chico le había hecho algún tipo de hechizo, porque no era normal. Lo peor de todo es que sus pensamientos eran contrarios a lo que pensaba ayer, y es que veía en Marc un chico agradable y divertido, a parte de que era muy guapo, aunque eso no cambiaba tanto si era amable como si era un chulo. Era como una especie de chico perfecto, casi perfecto. Odiaba pensar en él, porque no quería ver en su persona más que un posible amigo, pero lo cierto es que su imaginación iba más lejos y ya estaba empezando a ver como sería ese "algo" entre ellos dos.

sábado, 1 de marzo de 2014

Capítulo XII

¿En qué momento de su vida había acabado comiendo con Marc? Se dijo a sí misma que no se acercaría a ese chico y ahora estaba comiendo con él.Como siempre, haciendo gala de su poca fuerza de voluntad. Con lo fácil que era decir "no". El caso es que se encontraba en una mesa comiendo con una chico de ojos verdes que le decía que olvidara todo lo que le han dicho. Cualquiera de las cientos de chicas que hay en l universidad querría ser ella, pero Núria no quiere ser ella en ese momento. Es un buen instante para que se abra un agujero en el suelo y le trague la tierra. No sabía qué hacer. ¿Le hace caso y comprueba cómo es ese chico en realidad o pasa de él? ¿Levanta la cabeza y se arriesga a lo que pueda pasar o continúa mirando tu ensalada de pasta? Ahora mismo su cabeza estaba dividida en dos: una era su parte racional, esa parte que le decía que no le hiciera caso porque no iba a acabar bien; por otro lado, su parte impulsiva le obligaba a lanzarse a la piscina y hacer como si no hubiera escuchado todo lo que le dijeron, porque, al fin y al cabo, era el primer chico en toda su vida que se había interesado por conocerla. Y no se iba a engañar, menudo chico. 

Haciendo caso a sus impulsos levantó su cabeza. Marc le seguía mirando con sus preciosos ojos verdes. A Núria le empanaron, eran tan bonitos que se quedó mirándolos unos segundos. Por primera vez veía algo diferente en su mirada. Ya no era una mirada arrogante, de superioridad, si no la de una persona amable. Tomó una decisión. Se iba a lanzar a la piscina, sin protección y sin saber si estaba llena o vacía. Por primera vez iba a arriesgarse a hacer algo sin tener seguridad de cómo terminaría. 

-Me llamo Núria -a Marc se le dibujó una sonrisa en la cara al oírle decirle eso.
-¿Te has decidido a hablarme como si nada?
-A conocerte, como me has dicho hace un momento.
-No sabes lo que me alegra. Yo me llamo Marc.

Núria le tendió su mano. Marc se la estrechó con la suya mientras no paraba de sonreír. La verdad, veía normal que tuviera a un montón de pavas detrás suya. Probablemente era el chico más guapo que había visto, además su cuerpo le acompañaba. Sería el chico perfecto de no ser por su carácter. Núria pensaba mientras le miraba, sorprendida de todo ello, porque hasta hace media hora era todo lo contrario. 

-Comienzas tú a hablar, las damas primero. 
-No sé qué decir -le dijo avergonzada. 
-Cualquier cosa se trata de conocerse. 
-Pues eso, que me llamo Núria y tengo 17 años.
-Ohh, pero si aún eres un bebecito -dijo él riéndose. 
-Te relajas, mi cumpleaños es el 1 de diciembre.
-El mío el 10 de abril, así yo ya soy mayor. 
-Una cosa es ser mayor de edad por el carnet de identidad y otra serlo de edad mental.
-Vaya, vaya. Parece que no se te puede decir nada -se volvió a reír. 
-No es eso, pero... -no era consciente de lo que decía, así no iba a caerle bien a nadie-. Lo siento...
-Mujer, no te disculpes, que no me importa. No me gustan las chicas que se lo toman todo a mal y dejan de hablarte, las prefiero que contesten y se defiendan, y si es con sentido del humor, mejor. Me gustan más las chicas como tú.

A Núria se le paró el corazón en ese instante. ¿Gustarle ella? Lo diría sin intenciones, porque era imposible. Se estaba imaginando cosas raras y malinterpretando las cosas. 

-¿Te gusta algún deporte o algo? 
-Sí, el fútbol mayormente -él sí que se sorprendió de esa respuesta-. ¿Qué pasa? ¿Por ser una chica no me puede gustar el fútbol? 
-No, no. No me malinterpretes, todo lo contrario. Solo que no conocía a muchas que les gustara de verdad, a ninguna mejor dicho. 
-Pues ya tienes a una. 
-¡Es perfecto! Yo juego al fútbol en el Real Madrid. 
-¡¡Puaj!! 
-¿¡No eres del Madrid!? ¿¡Del mejor club de España y del mundo!? Entonces no te gusta el fútbol.
-¿¡Perdona!? -dijo ella toda indignada-. Si fuera madridista sí que significaría que no sé nada de fútbol.
-¿Eres culé, cierto? 
-Del Atleti hasta morir -ahí sí que Marc se quedó boquiabierto. Ni en cien años se lo hubiera imaginado. 
-¿Colchonera? ¿Me lo estás diciendo en serio?
-¿Algún problema? 
-No, sólo me parece extraño. Pensé que si no eras del mejor del mundo serías del Barça...
-¿Lo dices por mi nombre verdad? Soy de Sevilla.
-¿Sevillana y te llamas Núria? 
-¿Madrileño y te llamas Marc? -respondió ella.
-Con que eres sevillana y colchonera. 
-Toda mi familia es de Cataluña, pero yo nací en Sevilla y muy orgullosa estoy de ello. Aún así, tanto la familia de mi padre como de mi madre son del Atlético de Madrid. 
-Pues toda mi familia es de Madrid y del Real Madrid. 
-Pobre chico, como debe de ser eso de tener que presumir de títulos oxidados porque no ganan nada mientras que el resto disfrutan con títulos. Me compadezco de ti -esta vez fue ella la que se reía a carcajada limpia. 
-Un respeto a nosotros y nuestras nueve Champions. 
-Por favor no me hagas reír más que se me sale el agua por la nariz. 
-Veo que contigo no se puede andar con chiquitas, eh. Me parece a mí que este solo será el primero de cientos de piques.

Acabaron los dos riéndose. Ella estaba sorprendida de todo aquello. Veía a un Marc mucho más cercano, menos chulo. Parecía una persona totalmente diferente, como si toda su actitud sólo fuera una armadura para ocultarse, para ocultar al verdadero Marc.

-Las chicas piensan que eres perfecto porque no saben que eres madridista. Es un punto en tu contra. 
-Tú serías un diosa si no fuera porque eres colchonera. Aún así sigues siendo perfecta. 

viernes, 28 de febrero de 2014

Capítulo XI

Se despertó por los gritos de su madre desde el salón. Abrió los ojos y miró la hora, ¡no puede ser! ¡Las ocho menos cuarto! En un cuarto de hora tenía clase y aún no se había ni levantado. Pegó un salto de la cama y cogió lo primero que vio para vestirse. Desenchufó el móvil y cogió su mochila mientras bajaba corriendo las escaleras. Su madre seguía gritándole que llegaba tarde, como si él no lo supiera. No desayunó ni cogió nada de comer, no había tiempo, a ese paso no llegaba. Se metió al coche y salió escopetado dirección a la universidad, con tanta prisa que estuvo a nada de chocarse dos veces. Aparcó en el primer sitio que vio. Faltaban tres minutos. Echó a correr, menos mal que corría todos los días. Consiguió su objetivo,entró a clase justo antes que el profesor. Cuando llegó a su sitio se dejó caer en la silla, exhausto, soltó un resoplido que se quedó sin aire.

La mañana pasaba tan lenta como cada día en la universidad. Cada día veía más claro que pegarse un tiro no estaría tan mal, cosas delirantes que se le ocurrían mientras pintarrajeaba su libreta y escuchaba a ratos lo que decía el profesor de turno. Cada profesor les saturaba con un trabajo distinto y a cada cual más aburrido. Definitivamente, por si no lo tenía ya claro, este no era su sitio. Cuando llegó la hora de comer se fue él solo a la biblioteca, se había propuesto empezar a hacer algo. Subió a la segunda planta, andaba buscando una mesa para sentarse cuando, ¡bingo! Encontró a la amiga de su ex sentada mirando a su ordenador.

-Buenas tardes, señorita.
-Silencio, por si no te has dado cuenta estoy trabajando, y esto es una biblioteca.
-Perdón, la falta de costumbre -se sentó a su lado y empezó a sacar sus cosas.
-¿Hola? ¿Qué haces?
-Yo también voy a clase y tengo trabajos.
-Si vas a hablarme mejor vete porque no voy a hablar aquí.
-Si vamos a hablar mejor nos vamos fuera, ¿no?
-Exacto.
-Te invito a comer.

No había ni sacado su ordenador cuando ya estaba guardándolo todo. No sabía cómo, pero había acabado quedando para comer con una chica. No era para nada su intención, pero sin pensar lo hizo y la verdad, no le importaba en absoluto. Esa chica tenía algo que a él le atraía, y no solo físicamente. No, eso era lo de menos. Había algo, llamado X, que hacía que quisiera conocerla, acercarse a ella. Que Silvia fuera amiga suya era claramente un contratiempo, porque haría lo que fuera por evitar que se acercara a él. Lo veía lógico por una parte, pero por otra no. No sabía nada, pero era normal que actuara así.

Salieron del edificio y se fueron a la cafetería de siempre. Después de coger su comida, se sentaron en una mesa al lado de unos árboles, más alejada que el resto.

-No entiendo qué hago aquí contigo -dijo Núria mientras empezaba a comer.
-¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de que te vea conmigo?
-¿Quién?
-Silvia.
-No tengo miedo de nada, pero es que no sé qué hago comiendo con un chico que no conozco de nada.
-Sí que me conoces, la tomaste conmigo porque "accidentalmente" me puse delante tuya en la cola de la cafetería, luego nos vimos en el Mc Donald's y Silvia me echó cuando fui  saludaros.
-Si esta es tu concepción de "conocerse", vas equivocado.
-Exacto. Por eso mismo, porque no nos conocemos, estamos aquí. No sé qué te habrá contado de mí, pero olvídalo. Silvia no me conoce tanto como ella cree, así que si de verdad te interesa saber de mí, hazlo por ti misma y no con prejuicios por cosas que te hayan dicho.
-No voy a caer en tu juego.
-No es ningún juego -dijo mirándola fijamente a lo ojos, serio, muy serio.

La chica, nerviosa, bajó su cabeza, evitando mirarle a los ojos. Siguió comiendo sin levantar cabeza. Marc suspiró. Un suspiro cargado con gotas de desesperación y alivio. Más lo primero que lo segundo. Creía que había conseguido un pequeño paso hablando con ella, pero, evidentemente, no iba a ser fácil.